jueves, 23 de abril de 2009

No sé donde estaba ni cómo pasó. Pero pasó. Y sentía que el corazón literalmente se me rompía a pedazos. Y de repente la noticia de que él se había muerto. Dicen que así le alargás la vida. Cuántas boludeces dice la gente. Una sensación de ahogo más sofocante de lo que te imaginás y una impotencia casi insostenible. Como gritar sin voz o como correr en cámara lenta. Pero peor. Más doloroso. Casi real. Y hablar con su espíritu. Rogarle que vuelva. Llorar por él y sólo obtener un abrazo de consuelo que apenas se siente, que apenas alcanza. Un abrazo equivalente a los que me da sólo porque me ama. Pero el último de todos. Y entre lágrimas sólo pedir perdón por mis últimas palabras. Palabras de pelea.

A veces sueño estas cosas.

No hay comentarios: