viernes, 13 de abril de 2012

Hoy fui a la clínica. La primera visita de este año, de muchas seguramente, lamento admitir. Es que siempre algo amerita que tenga que ir al Cemic a pasar 3 horas haciendome análisis y esperando resultados. No me molesta. Bueno, si. Me molesta porque la mayoría de las veces voy por el mismo motivo. La maldita infección urinaria que me acosa desde chica y que hace presencia unas 2 veces al año. Análisis, esperar, fumarme al médico cagandome a pedos porque me tengo que hacer ver por un urólogo (cosa que no hice nunca en mi vida), etc, etc. Y que mi acompañante no cambie esa maldita cara de orto. Tener que fumarme también tu maldita cara de orto. Anyway...en este momento todo, absolutamente todo, me importa un carajo.
Esperando que me atiendan pasa una camilla. Una vieja chiquita y muy flaca acostada. Sola. Y una imagen en mi cabeza. Una imagen que no quiero recordar y que tampoco debería. Porque la última vez que la vi y le susurré al oído que la amaba, no era ella. Hacía días que había dejado de ser ella. De todas maneras, durante el tiempo que estuve ahí, no pude dejar de pensarla. Como a ella no le gustaría. Como no debería. Como no quiero recordarla. Vieja, chiquita, flaca. Y sola.

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