domingo, 15 de enero de 2012

Ocasionalmente tomo buenas decisiones. Muy de vez en cuando. Porque en lo habitual y cotidiano soy bastante partidaria de la cobardía, y de estar cómoda y de intentar alcanzar cosas que ya son sabidas imposibles. Pero hice un mini balance este comienzo de año. E intento respetarlo. Y quiero ser feliz, por sobre todas las cosas, quiero ser feliz. Y si mi infelicidad fuera causada por motivos externos, ajenos a mí, me la bancaría de otra manera. Sabría superarlo. Pero toda esta mierda me la estoy provocando yo y eso es lo que más me angustia. Que es perfectamente evitable. Fácilmente podría estar en otra situación.
Tampoco es tan fácil. Gano tranquilidad mental y sentimental pero pierdo demasiado. Quizás pierda una de las mejores amistades que tuve en mi vida. A lo mejor con el tiempo volvamos a ser normales y yo no necesite de él de la manera que él no puede darme. Y podamos estar sin que yo le haga mal y sin que él me provoque tantas ganas de que juntos tengamos hijos, perros y una casa en el campo con pileta. Quizás volvamos a ser y sigamos teniendo noches de fumados hablando de pitos y conchas ajenas sin que yo tenga impulsos tan fuertes de juntar a todas las putas que le gustan y que cree que están buenísimas y ponerles una bomba y volarlas en pedacitos.
Basta. No quiero tener instintos asesinos. No sé dónde se compra una bomba y me daría mucha paja juntarlas a todas. Quiero simplemente que esto no me pase más.

Ocasionalmente tomo buenas decisiones. Ésta es una de ellas.

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