lunes, 13 de junio de 2011

Es que no te das cuenta? Estoy cambiando la actitud. Decidí cambiarla. La cambio toda. Esto pasa -estas cosas espontáneas me pasan- cuando ocurre algún suceso dramático que hace, me obliga, me grita que abra los ojos.
Cuando llegué a mi casa -la cual está perfectamente limpia y ordenada y con olor a jasmín- fui a ponerme mi pijama celeste con el dibujo de una vaquita (ahora veo la ironía, que loco) y me miré al espejo. Sí. Aquel que compré hace más de un mes y que recién ahora logré que mi cuñado me cuelgue en la puerta del placard. Mirándome a distancia las cosas se ven con más claridad. Se ven como son realmente. Me miré y me bardié. Me bardeo porque me lo merezco loco. Porque estoy gorda. Tan gorda como la vaca de mi pijama. Tan gorda como lo es un gordo (?).

-Que gorda que estás, que gorda que estás, que gorda que estás.

A mi reflejo no le cayó mal lo que escuchaba. Porque sabía que lo que escuchaba eran puras verdades. Marley me mira. Me mira porque le hablo al espejo. Me mira porque puteo al reflejo. Y ella piensa la mismo: "Estás gorda". Me mira, me mira, me mira y es tan obvio que ella también piensa que estoy gorda que me dan terribles ganas de patearle la cabeza y enderezarle su ojo desviado. Pero no lo hago. Porque su ojo desviado me gusta y porque no es su culpa que yo no pueda parar de comer. Además, si algo bien le enseñé es que siempre hay que ser honestos, por más dolorosa que sea la verdad. Y mucho más con las personas que amamos.
La miro y su mirada de desaprobación y decepción se siente como un puñal en el corazón.

-Mañana empiezo la dieta.

Nos tiramos al piso de la risa. No podemos parar de reir. Reimos, reimos y reimos. Y seguimos riendo.

- Esperá perra. No nos riamos más. Esta vez es en serio. Mañana empiezo la dieta.


Mañana empiezo la dieta. Se terminaron los lamentos.

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