domingo, 3 de julio de 2011

Sin cambios. Todo está igual. O todo bastante distinto pero en realidad es un cambio interno y como no tengo hechos concretos para contar no tengo ganas de contar nada. Porque de qué sirve tener cambios internos sino podés hacer un cambio externo o que se vea o que los demás digan "mirá cuánto cambió". O para cerrarle la boca a todos aquellos que dijeron lo que dijeron. Aunque mis cambios no sean para los demás. Aunque cerrarle la boca a los demás sea un enorme incentivo para realizar cambios. La cosa es que no tengo nada para contar. Salvo esto.

Cuando era pequeña -de edad- aunque también de tamaño (innecesaria la aclaración y no viene al caso), pasábamos los fines de semana y algunas vacaciones en nuestra casa del country. Propiedad compartida entre mis padres y tíos y ahora que somos más grandes -de edad y de altura pero no de ancho-entre mis 2 hermanas y mis 3 primos (con sus respectivos). En ese momento la casa del country era un lugar de felicidad y entretenimiento. No estaba nublada por disputas inservibles acerca de si la novia de mi primo es una desubicada y deja la ropa ahí o si se van a construir habitaciones en suite para que vayamos todos con nuestros hijos a pasar los fines de semana. No tengo hijos. Qué hago? Llevo al perro? Invito a un amigo? No voy? Es requisito obligatorio tener hijos o puedo ir aunque no los tenga? De todas maneras no quiero ir porque hay muchos bichos.
Los mejores momentos de mi vida los pasé ahí con mis hermanas (que desde muy chicas somos increíbles amigas) y con mis papis. Una tarde calurosa de verano (esto es mentira, no tengo ni idea de si era de tarde, si hacía calor y si era verano) mientras jugábamos en el parque con mis 2 sis se aparece una tortuga de cuello largo y velocidad incomparable. Era una tortuga veloz. Tan veloz como una liebre. O tan veloz como una tortuga que anda rápido. Estaba llena de barro así que mi padre decide bañarla (quizás ya la había adoptado como mascota). Así que la mete en un balde y la lava.
Al rato nos dice que la tortuga era de agua y que debía llevarla al lago para que no se muera. Si. Esto me puso mal. Ya le había agarrado cierto cariño a la tortuga veloz y me hubiese encantado tenerla de mascota. Onda, era veloz. Una tortuga. Por definición son dos palabras que no se usan juntas. Tengo una tortuga veloz. En serio? Mentira!. En serio, mirá cómo corre.
Con el tiempo se me pasó, me olvidé, habré encontrado otro animal copado que fuera mi mascota, no lo sé. Y era feliz con lo que sabía y mis recuerdos sobre esa tarde eran recuerdos agradables, divertidos.
Hace pocos años me enteré (a unos 15 años de lo sucedido) que la tortuga no era de agua. Mi padre la había matado mientras le daba un baño y por eso la tiró al lago. Para ocultar las pruebas del delito.

No puedo creer haber llegado a la adultez todavía creyendo que esa tortuga era de agua y que vivía en el lago.

Tortuga veloz. Que en paz descanses.

2 comentarios:

La hija de la Lagrima dijo...

Como me hiciste reir!! Yo tb detesto los lugares con bichos, siempre digo q la naturaleza y yo no nacimos para vivir en armonía. En fin...
Hace unos años mi hijo iba a una colonia y los viernes les daban a los nenes una mascota de la colonia para q lleven a sus casas, a Lucas le tocó la tortuga. Pero resulta q tenemos una perra q(aparentemente le encantan las torugas...pero para masticarlas) Asi q ese fué el final de una pequeña tortuga. Terminó como un cabsha en la boca de la perra. Cuestión q le dije a mi hijo q la tortuga se había tenido q ir lejos. Años dsps se acordó del bicho y le dije lo q había pasado.El la miró a la perra y le dijo: Asesina de tortugas!!!
Chan chan!

Meki dijo...

Jajajajaja. Buenisimo