viernes, 16 de marzo de 2012

Somos personas distintas. Algo. Tampoco tanto. Pero en eso somos distintos. Para él todo, absolutamente todo, es un chiste y a mí hay cosas que no me divierten tanto (o sea, tantoooo).
Entonces él, después de una conversación al pedo -como todas nuestras conversaciones- se despide de mi sin darme un beso. No sin darme un beso en la boca (nosotros cojemos hace 1 año y medio pero no nos damos un beso en la boca para despedirnos), no me da ni siquiera un beso en el cachete. Entonces le digo: "No seas maleducado y dame un beso" y me da uno de esos besos en el cachete que lo mejor es que no sean dados. De esos que me da mi tía, besos en el aire, besos para nadie. O de esos que te da una persona que siente algún tipo de repulsión hacia vos.
De todas maneras, nada de eso importa. Para él eso fue un chiste. No le da mayor trascendencia. Y está bueno. Es una de las cosas que admiro de él. Que pueda tomarse la vida con tanta calma.
Pero yo no soy así. Para nada. Mi vida es un drama. Es un completo drama. Soy exagerada con las cosas que me pasan y si no me pasan me las invento y después las exagero. Todo es problemático, todo lo pienso demasiado y todo lo que me dicen me lo tomo muy literal.
Entonces cuando él me saluda tan del orto como hace el 95% de las veces -aunque debo mencionar que el 5% de las veces que me saluda como una persona normal después estoy en las nubes todo el maldito día como una maldita enamorada- yo no pienso que es un chiste, pienso que quizás es la última vez que lo veo y así me despedí de él. Con las cosas por la mitad, como siempre. Y sin ser claros. Y sin ni siquiera saludarnos con un abrazo de amigos como hacemos siempre.
Pero es que soy así. Exagerada. Y es una obviedad que nos vemos mañana o pasado o cuando sea. Pero siempre siento la necesidad de tener las cosas resueltas cuando me despido de una persona. Por eso quiero resolver todo ya, sin esperar a que se enfríen las cosas. Porque pienso que nunca voy a tener la certeza de cuándo es la última vez que veo a alguien.
Mi psicóloga solía decirme que yo no era exagerada ni dramática. Me decía que era apasionada. Y siempre me pareció una mentira hermosa. Porque me causaba gracia y porque ella intentaba ponerle algo de humor o de embellecer algo que a mi me molestaba tanto sobre mi misma.

Igual mi exceso de pasión me pone bastante del orto.

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