Me pone del orto la gente que te intenta cambiar. O que quiere que seas de una manera que no sos. No tengo ganas de ponerme a bailar con la maldita play. No tengo ganas no significa que me de verguenza. No tengo ganas significa que no tengo ganas porque no me cabe, porque no me divierte y porque me da paja levantarme del sillón. Pero cuando no querés hacer algo que aparentemente es increíblemente divertido -y que si no lo hacés es porque sos una persona aburrida, amarga o lo que sea- entonces te lo echan en cara, tanto en privado como en público. Porque si estás en una relación, es super importante que tu pareja tenga ganas de ponerse a bailar como una pelotuda adelante de la tele. No importa si la amás, si cojen bien, si se llevan excelente y tienen un montón de cosas en común. Si tu pareja no baila con la play, tu relación definitivamente está destinada al fracaso.
De cosas que no hago y que debería hacer.
Parece ser que cuando uno se pone de novio tiene que olvidarse de algunas de sus características de personalidad para amoldarse al otro de la mejor manera posible. Estoy completamente de acuerdo con esto, obviamente. Pero sólo cuando el reclamo proveniente de la otra parte tiene un mínimo de coherencia. No respondo a las pelotudeses y lo único que hacen es que me sienta incómoda. Que todo el tiempo sienta que no soy como debería ser o como él espera que sea.
Mi chico no se queja de mí por cosas que hago mal o por cosas pertinentes a la relación que hacen que ésta se vea afectada. Mi chico se queja por este tipo de pelotudeses. Y, entre nosotros, este tipo de pelotudeses me recontra queman la cabeza y me recontra rompen las pelotas.
Nunca voy a hacer algo que no quiera hacer. Nunca voy a hacer algo que no me parezca divertido. Nunca voy a actuar de manera que a vos te haga quedar mejor o que me hagan parecer más copada. Y definitivamente, nunca nunca nunca voy a bailar con la play.
Aunque ahora me hayan dado un poco de ganas.
2 comentarios:
Leí en el libro de Gretchen Rubin, The Happiness Project, estas palabras: "lo que puede ser divertido para uno, no tiene porqué serlo para el otro. Y viceversa".
Parece obvio, pero no lo es. Me relajó mucho leer esa frase, porque siempre sentí que era una amarga porque no me gustaba hacer las mismas cosas que a los demás. Ahora entiendo que a todos nos gustan cosas diferentes. Y al que no le gusta que se cagué!
Es eso. A mi me pasa lo mismo. Yo soy feliz no haciendo cosas que no quiero hacer. Lo que me perturba es que su insistencia me hace sentir que soy una amarga o que eso debería divertirme si o si. Y onda no. Y me molesta decir no a cosas. Si él dejara de preguntar, yo no tendría que negar tanto.
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